Paré en la mitad de la página y me cubrí los ojos. Me salí de la cama unos momentos. A pesar de que es domingo desperté muy temprano, luego de desayunar tomé el libro que estaba a un lado, “El Impostor“.
No sé cuáles son las casualidades que, entre medio de otras lecturas, me han llevado a los años de la guerra española. Recordé “Las Cartas del Sacerdote“ y algunas de las historias que aparecen en los relatos que me envió y que luego transcribí. También recordé a un amigo español.
La guerra es casi el hilo central de todo lo que he leído en estos últimos meses. La guerra es casi el hilo central de estos últimos meses. Y ya me tocaba escribir algo de aquello; pero como dije, antes hice una pausa y lo eludí por unos largos minutos. ¿O años? Creo que todos, o cuando menos, muchos, eludimos responsabilidades, realidades, personas, sentimientos. Eludimos la guerra y culpamos a otros de estar en guerra interna… Ya no está la emoción intensa de hace un rato; fue reemplazada por una sensación y una certeza insoslayables: Qué son las armas las que marcan la transición entre épocas, las que marcan a las naciones y a las personas, a los edificios. Al ADN. “Un exceso de realidad…“ escribí una vez, refiriéndome a ese hombre de cabello cano y sus circunstancias.
A los ocho años pensaba que cuando tuviera unos veinte la Tierra habría alcanzado ya la paz. Pero su contrario está en todas partes; por eso quizás algunos se refugian en la lectura, en la música, en adicciones… «La guerra interna no me deja…“, pensarán algunos sin confesarlo.
Cómo los horrores de la guerra aplastan y moldean el alma, explica que siendo menos quienes la promueven que sus víctimas, goza de la reputación suficiente para reclutar incautos y crear más devastación con variopintas justificaciones.
(Continuará… )
2023 | 07 | 09